Author: Daniela Pomes
Photo Credit: Ross Uribe
Durante el Paro Nacional de 2021 en Colombia la fiesta, el baile y la música electrónica fueron herramientas claves para juntar tejido social y recursos en apoyo a las movilizaciones. Motivando a la Gyal, Génesis Sound System y Fuerzas Sónicas Unidas fueron tres colectividades claves durante esos meses, que encontraron en los beats electrónicos una forma de activismo.
“La primera vez que llegó la policía, siete vecinos del edificio bajaron a decir que no era cierto que la gente se estuviera quejando del ruido. La segunda vez que llegaron, la vecina de la tienda de la esquina los invitó a comer empanadas y así los policías no se movieron más de ahí”, relata Ana Izquierdo, una de las personas detrás de Génesis Sound System, un sistema de sonido que rodó por las calles de Bogotá durante el Paro Nacional de 2021. En su día con mayor asistencia, Génesis rodó con 500 personas caminando a su lado.
El 28 de abril del año pasado, estalló en Colombia el Paro Nacional más grande de nuestra historia reciente. También el de mayor violencia policial. Según cifras publicadas por la ONG independiente colombiana Temblores, desde su inicio hasta el 15 de julio de 2021, se registraron al menos 4852 casos de violencia policial, donde hubo al menos 44 casos de violencia homicida a manos de la Policía Nacional. Sin embargo, el Ministerio de Defensa, junto con la Fiscalía, solo reconocieron la muerte de 24 civiles en el marco de las protestas. Temblores también registró al menos 35 víctimas de violencia sexual por parte de la fuerza pública, entre otras cifras.
Ante el panorama de violencia estatal y censura, sobre todo contra los jóvenes, la música sirvió de apañe y estuvo presente durante el Paro: cientos de batucadas musicalizaron las marchas a lo largo y ancho del país, así como orquestas sinfónicas, bandas de punk, crews de raperos y sound systems. Junto a las ollas comunitarias en varias ciudades, danzaron indígenas de las comunidades del Cauca, al sur de Colombia, haciendo música con instrumentos ancestrales. Fue la juventud quienes encontraron en la música un fortín para la resistencia.
Las escenas electrónicas también se movilizaron para sumar al Paro Nacional, desde diferentes sectores y ciudades. Colectivos en Bogotá como Génesis Sound System y Fuerzas Sónicas Unidas, y Motivando a la Gyal en Medellín, fueron tres iniciativas en las que jóvenes le apostaron al activismo a través de la música electrónica, en medio de un país convulsionado y roto.

Génesis Sound System: “Ocupación celebratoria de mujeres y maricas”
Mientras la vecina del barrio lograba distraer a los policías con empanadas, más y más personas se unían al Génesis Sound System, atraídas por el sonido de la guaracha y los discursos de jóvenes que se tomaron el micrófono abierto de esa tarde de mayo en el Paro Nacional.
El sistema de sonido, de color púrpura, fue construido y gestionado desde hace poco más de un año entre la artista visual e investigadora limeña Ana Izquierdo, y los DJs estadounidenses Mitchell Mora y Cole Carter, quienes también integran el colectivo cuir bogotano La Putivuelta. El proyecto nació con la finalidad de abrir espacios, amplificar voces y ser plataforma para mujeres, y comunidades diversas. Con una apuesta por la democratización de la música y los espacios de fiesta, Génesis abrió espacios seguros de representación para mujeres y disidencias de género en el marco del Paro.
En uno de sus primeros durante el Paro, se articularon con la Red Comunitaria Trans, un tejido que lucha por los derechos de las personas trans a nivel nacional y la colectiva ECO, que le apuesta a la autogestión y la interdependencia de las escenas electrónicas, para tomarse un punto estratégico de Bogotá y abrir sus micrófonos a todo aquel que tuviera algo por decir. Al mismo tiempo, sonidos como el neoperreo o la guaracha se alternaban con los discursos de resistencia de la gente que pasaba por el lugar.
Sin planta eléctrica, ni una cama baja para moverse, Génesis se ubicó en la localidad de Chapinero, en Bogotá. “Al sacar el sistema de sonido no sólo se gestó un espacio para colectivos y organizaciones feministas, sino que convocó vecinos de los alrededores y se pudo generar este espacio de diálogo y organización”, cuenta Ana. El enfoque que quisieron darle a la jornada fue: “Las luchas deben ser interseccionales”. Para ella, uno de los aprendizajes más interesantes de esa noche fue ser testigo de “La pluralidad que se logra solo a partir del sound system”.
Por otro lado, cuenta Mitchell, la selección musical de la jornada fue una apuesta política. La guaracha, un género que carga con un estigma clasista por sus orígenes populares, se eligió para generar un vínculo familiar con quienes les acompañaron ese día. El trasfondo cultural que “Nos une como latinoamericanos”, dice Ana, ha encontrado en ritmos como el perreo y el neoperreo, el baile y la fiesta, una forma de catarsis frente a contextos violentos y de desigualdad social. Por eso, para ella, lo que sucedió ese día fue sanación colectiva a través de la música.
Ese evento fue una demostración de lo que sucedía en tantas calles del país: cooperación y resistencia entre asistentes y vecinos ante la brutalidad policial. Vendedores de la zona asumieron los gastos de electricidad del sistema de sonido, los vecinos defendieron el soundsystem ante la Policía que llegaron a hostigarlos, y el comercio local, tan afectado por la pandemia, logró vender más de lo habitual. Ese día hubo toda una cadena colaborativa.
“Los espacios de encuentro, música y celebración están subestimados, pero este evento demostró la importancia de tener momentos de unión y alegría en un contexto de resistencia dentro de un paro tan largo y de momentos tan densos” concluye Cole. Mitchell, por su parte, resalta que con su sola existencia, los espacios cuir de música electrónica ya son políticos: “Cuando estamos en la fiesta o la calle exigiendo nuestros derechos, expresamos que tenemos derecho de existir”.

Fuerzas Sónicas Unidas: producción musical y activismo digital
Rosana Uribe, Miguel Isaza y Catalina Vázquez (Kathiuska) son la base de F.S.U., un proyecto de Medellín creado por artistas, productores y DJs que apoyaron el Paro desde el activismo digital con música electrónica experimental como el noise, los paisajes sonoros y más.
Ross y Miguel, que a su vez, son las cabezas detrás de Éter, un sello musical y laboratorio de experimentación sonora y audiovisual, crearon F.S.U durante las manifestaciones del #21N en 2019, un estallido social que precedió el gran Paro Nacional de 2021. “De la necesidad de hacer algo desde la música, de aportar a las manifestaciones, a la gente que estaba en las calles y a las organizaciones sociales que encabezaron muchas resistencias”, cuenta Ross, surgió la idea de crear compilados musicales para recaudar fondos.
A través de las conexiones de Éter, convocaron redes de la industria para donar sus saberes y habilidades: producción o creación musical, masterización, difusión o diseño, todo para la causa del Paro de ese entonces. “Quienes amamos la música y hacemos música sabemos que es una herramienta de transformación, (…) para construir un tejido social sano”, asegura la artista. “Por eso la música siempre hará parte de las movilizaciones y de lo que sucede en las calles. Tenemos la claridad de que la música es parte fundamental de estos momentos históricos de cambio”.
Para Ross la fiesta, la vida nocturna, la música electrónica y la industria musical son espacios y elementos políticos en sí mismos, por eso se propusieron colectivizar su poder: “Aunque todos tengamos posturas políticas diferentes, F.S.U. no se trata de homogeneizar, se trata de construir desde la diversidad, pero desde el pensamiento compartido de que el Paro, la movilización y el cambio en el país es completamente necesario”, agrega.


Los medios digitales y las redes sociales fueron vitales para el activismo de F.S.U. Bandcamp, la tienda de música en línea, fue puente para lograr que lo recaudado por los compilados se destinara a colectivas y organizaciones presentes en la primera línea del Paro. Los precios iban desde el aporte voluntario hasta los cinco dólares, y entre cada ayuda recaudaron 800 dólares, que repartieron entre iniciativas como la Resistencia Antirracista en el Valle del Cauca, ollas comunitarias en Cali, Medellín y Bogotá, el Consejo Regional Indígena del Cauca y brigadas de salud. Quienes hicieron parte de los compilados donaron el 100% de su trabajo para este fin.
El primer compilado en 2019 reunió 42 artistas, sellos y colectivos de toda Colombia y algunos fuera del país, entre ellos Éter, Monofónicos, Insurgentes, Discos Nutabe, Rouge Collective, Unknown, Radio Chigüiro y Píldoras Tapes. Con la pandemia amainó la llama del estallido y F.S.U. estuvo inactivo. Pero cuando volvió en 2021, Miguel y Ross entendieron que la esencia de esta iniciativa seguiría activa y al servicio del cambio social. Para 2021 se reactivaron con ayuda de Kathiuska, quien diseñó e ilustró las portadas y piezas para redes sociales. Ross se mantuvo en la curaduría y la gestión, y Miguel en la masterización. Durante el Paro, completaron cinco compilados con más de noventa temas. El mayor logro para ellos fue construir esta red que se entreteje con los hilos de la música y que encuentra su potencia en la unión para el cambio social.
La Fiesta de Kpuchxz de Motivando a la Gyal
Julieta Rodríguez, DJ y psicóloga, Chara Castaño, tallerista, y otras once mujeres conforman Motivando a la Gyal, una colectiva que nació en 2017 en Medellín para gestionar acciones de transformación social desde el feminismo. Al inicio, eran cuatro amigas que se unieron para construir espacios de formación multidisciplinar, en el que otras mujeres y diversidades pudieran compartir conocimientos y salir de los lugares domésticos para habitar las calles.
Julieta aclara que estos espacios no son excluyentes, y se mueven por fuera de los nichos del feminismo para lograr impactar espacios donde haya lugar para la discusión y reflexión. Entre sus líneas de acción está la “Fiestología”, en la que piensan la celebración, la música y el baile desde una perspectiva política. Cuando hacen festivales el cierre es una fiesta ceremonial, y han trabajado mucho para que sea segura e incluyente, disminuir violencias y mediar los conflictos propios de la noche, y el consumo de manera no violenta. Bajo la premisa de “Cuidado colectivo” abogan por paridad y pagos dignos para DJs, staff y todas las personas que conforman la fiesta.
Durante el Paro de 2021, Motivando a la Gyal estuvo activa en diferentes frentes. “Le entregamos la vida al Paro”, cuenta Julieta. “Estuvimos presentes desde el día uno, asistimos a todas las movilizaciones, hicimos intervenciones en el espacio público, plantones con otras colectivas, empapelamos en bicicleta, hicimos intervención de gráfica con mujeres y disidencias e hicimos la Fiesta de Kpuchxz o de capuchinas para disimular”. Esta fue en un lugar turístico de Medellín, y fusionaron el baile y la música electrónica con la manifestación social.También recogieron fondos para la Primera Línea del Paro, voluntarios de Atención Prehospitalaria y ollas comunitarias.
La jornada, que fue el cinco de junio, tuvo varias actividades. Hubo conversatorios sobre la historia del paramilitarismo en Colombia y sobre el Paro, luego estamparon y crearon banderas y desde las cinco de la tarde prendieron la fiesta con música y cerveza. También hubo una muestra de video, visuales y fotos del estallido a la venta. El cover costaba 4,5 euros para quien pudiera. Quien no, entraba gratis o con aporte voluntario. “Hicimos la fiesta después de las movilizaciones para celebrar que sobrevivimos”, cuenta Chara. “Es importante ese cariño, cuidado y apañe entre las parceras, en medio de una situación que era muy agreste políticamente. Resistimos por eso, porque nos teníamos a Motivando y a las amigas”.
Ese día construyeron un lineup para el contexto. “Al principio fue música muy contestataria y luego más movida”, afirma Julieta. “Para nosotras, la música fue un acompañante en medio de una situación de alto riesgo, de emociones muy fuertes, adrenalina, estrés…”. Para ellas “La música siempre ha sido mera herramienta política. (…) es también una manera de protestar, por eso era tan importante su presencia y la de la fiesta en los plantones y marchas”.

Luego de las presentaciones en vivo de artistas como La Última Flor, Tristeza Tópica y Licencia2, llegó la franja electrónica en manos de Marian y Karen, de la colectiva, y Alejandro Cardona de Discos Nutabe al cierre. Para ellas, la relación en torno a los beats, la cercanía de los cuerpos y la complicidad de la noche gestionan un ecosistema para encontrarse en la diversidad, que borra las barreras del pensamiento. Julieta concluye que La fiesta de Kpuchxz se construyó como acción política. “No politizar la fiesta ha sido una problemática muy seria porque ha permitido que un montón de violencias se naturalicen. Como sociedad es nuestro deber cuidar de quien está a mi lado. La fiesta es política porque es un escenario muy amplio que refleja realidades sociales”. Y el Paro fue una muestra de ello.
Como estas tres, hubo varias iniciativas durante el Estallido Social de 2021 que tuvieron como centro la música electrónica para la gestión de labores sociales y de activismo. Si algo demuestran estas historias, es el vínculo visible entre los sonidos electrónicos, la fiesta, el baile y el contexto social y político del país, y que la música es sin duda un vehículo clave para la movilización social en Colombia.
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Sobre el autor
Daniela Pomés es profesional en Estudios Literarios egresada de la Universidad Nacional de Colombia. Desde hace más de dos años se dedica a escribir artículos periodísticos sobre cultura, contracultura, espacio público, arte urbano, música y temas sociales con enfoque de género y feminista.
La mayoría de sus textos tratan sobre mujeres, disidencias de género y personas LGBTIQ+. Ha publicado principalmente en el medio independiente Cartel Urbano. También escribe ficción, en especial cuento y poesía en prosa. Actualmente es la Administradora de Operaciones de Vídeo Club, uno de los clubes de música electrónica más importantes de la escena colombiana y latinoamericana.